viernes, 4 de noviembre de 2011

NICARAGUA HA CAMBIADO CON EL GRUN



Nicaragua, año 2011


En enero de 2007, cuando el sandinismo retornó de nuevo al gobierno, después de dieciséis largos y penosos años de oposición, Nicaragua sufría una media de catorce horas diarias de cortes de luz. La economía estaba postrada y el país era como un trasto ruinoso que crujía por todos los costados. Si en la década de la revolución, la guerra impuesta por EE UU llevó a que unos 250.000 nicaragüenses abandonaran el país, en la década siguiente a la derrota del sandinismo, en 1990, más de millón y medio de personas se vieron obligadas a dejar una patria arruinada.

El brutal saqueo padecido por Nicaragua entre 1990 y 2002 había sumido a la población en uno de los periodos más míseros de la historia nacional. Las exportaciones apenas llegaban a los 500 millones de dólares anuales, la corrupción campaba a sus anchas y la voracidad de las clases gobernantes -que metían mano sin recato en los escuálidos presupuestos del Estado-, habían provocado el colapso del país. Con bancos quebrados fraudulentamente, empresas estatales vendidas a precio de Jauja, desmantelamiento del Estado y privatización de todo lo privatizable, Nicaragua era un país sin futuro ni alternativas, salvo la de emigrar. España fue uno de esos destinos, aunque tardío. La comunidad nicaragüense pasó de unas 15.000 personas en 2005 a casi 80.000 emigrantes en 2008. Un millón a EE UU, 350.000 a Costa Rica. El legado que se recibió en 2007, tras 16 años de neoliberalismo y corrupción, era peor que el recibido de la derrocada dictadura somocista en 1979. Pero si el mundo había cambiado totalmente, no así la voluntad del sandinismo de darle a Nicaragua un futuro mejor y una esperanza.

Resolver el caos energético fue tarea prioritaria, pues la energía es a la economía lo que el aire a la vida. Y se vio la primera prueba de buen gobierno. Con el generoso apoyo de Venezuela y Cuba, el gobierno sandinista hizo en diez meses lo que tres gobiernos anteriores no hicieron en dieciséis años: poner fin a los cortes de luz. Luego se pondrá en marcha el más ambicioso plan energético nacional, que llevará, en 2019, a que el 90% de la matriz energética de Nicaragua proceda de energías renovables eólica, geotérmica, hidráulica y solar. El país, además de resolver de forma limpia, ecológica y barata su histórica dependencia del petróleo, pasará a exportar energía a la región.

La inversión social era el otro gran reto. Se recibían hospitales convertidos en cámaras mortuorias, donde los pacientes eran operados sobre periódicos, si no llevaban sus propias sábanas e, incluso, sus medicinas. El analfabetismo se había disparado otra vez, llegando nuevamente a casi el 40% de la población. Resultado de ese esfuerzo fue, por una parte, que la UNESCO declarara a Nicaragua, en junio de 2009, país libre de analfabetismo; por otra, que el Sistema Nacional de Salud diera un vuelco de 180 grados, mejorando de forma sustantiva la atención a los ciudadanos. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), certificó los avances sociales al indicar, en un reciente informe, que Nicaragua era el segundo país de Latinoamérica en reducción de la desigualdad, a pesar de carecer de grandes ingresos o de recursos estratégicos.

El manejo de la economía ha sido igualmente satisfactorio. En 2010, Nicaragua creció el 4,5% (el mayor crecimiento de Centroamérica), las exportaciones aumentaron un 32% y la inversión extranjera el 17%. Este 2011 el crecimiento económico se aproxima al 5% y las exportaciones serán superiores a los 2.000 millones de dólares, cifra que Nicaragua alcanza por vez primera en su historia. La inversión extranjera alcanzará, igualmente, una cifra récord, al ascender a casi mil millones de dólares.

No menos relevantes son las cifras de la violencia y el crimen. Nicaragua es uno de los países más seguros de Latinoamérica, con datos que contrastan severamente con los de países vecinos. El Salvador tiene 60 muertes violentas por 100.000 habitantes, frente a 13 en Nicaragua, cifra que es menos de la mitad de la media regional. En la pacífica Costa Rica, la cifra ha pasado de 7 a 11 homicidios en apenas tres años, no obstante poseer el hermano pueblo costarricense en PIB más alto de la región y Nicaragua el más bajo. La respuesta radica en la forma de enfrentar la criminalidad. En Nicaragua la represión es la respuesta final, no la primera. La mezcla de trabajo y gasto social, políticas asertivas y de inserción y trabajo conjunto de Estado, municipios y policía permiten desactivar de raíz los focos potenciales de delincuencia.

La población nicaragüense ha ido viendo, a lo largo de estos años, el esfuerzo tenaz del gobierno sandinista por dar respuesta a sus problemas más sentidos, como salud, educación y trabajo, todo ello en un mundo abatido por severas crisis económicas y financieras. La conciencia del esfuerzo realizado y los logros alcanzados explican el amplio apoyo al sandinismo que reflejan todas las encuestas, que dan una media de 50% de intención de voto para el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional.

En ese panorama, la oposición ha sido incapaz de articular alternativas que compitan con los datos que emanan, no de fuentes gubernamentales, sino de organismos tan poco sospechosos de partidarismo, como el PNUD, el FMI o el BID. La gente ha visto el fin de los cortes de luz y del analfabetismo, puede moverse en la mayor red de carreteras asfaltadas de la historia del país y presenciar las inversiones millonarias en infraestructuras, que cambiarán para siempre el rostro de Nicaragua, entre ellas el soñado puerto en el mar Caribe, una gran refinería o una vital central hidroeléctrica. Las tantas cosas que quisimos hacer en los años de sueño y fuego de la revolución sandinista, abortadas por la agresión extranjera que devoró nuestra economía.

Ahora se celebran elecciones en un país en paz, sin bloqueos económicos ni amenazas de invasión. Los nicaragüenses, por vez primera en su historia, votarán sin miedo y sin engaños. La revolución sandinista llevó, en 1979, democracia y esperanzas a Nicaragua. El sandinismo intentará hacer realidad un desarrollo sostenible y una democracia distributiva, porque cree que hoy, más que nunca, otra Nicaragua es posible.

Augusto Zamora R. es embajador de Nicaragua en España.

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