Nicaragua, año 2011
En enero de 2007, cuando el sandinismo retornó de nuevo al
gobierno, después de dieciséis largos y penosos años de oposición, Nicaragua
sufría una media de catorce horas diarias de cortes de luz. La economía estaba
postrada y el país era como un trasto ruinoso que crujía por todos los
costados. Si en la década de la revolución, la guerra impuesta por EE UU llevó
a que unos 250.000 nicaragüenses abandonaran el país, en la década siguiente a
la derrota del sandinismo, en 1990, más de millón y medio de personas se vieron
obligadas a dejar una patria arruinada.
El brutal saqueo padecido por Nicaragua entre 1990 y 2002
había sumido a la población en uno de los periodos más míseros de la historia
nacional. Las exportaciones apenas llegaban a los 500 millones de dólares
anuales, la corrupción campaba a sus anchas y la voracidad de las clases
gobernantes -que metían mano sin recato en los escuálidos presupuestos del
Estado-, habían provocado el colapso del país. Con bancos quebrados
fraudulentamente, empresas estatales vendidas a precio de Jauja,
desmantelamiento del Estado y privatización de todo lo privatizable, Nicaragua
era un país sin futuro ni alternativas, salvo la de emigrar. España fue uno de
esos destinos, aunque tardío. La comunidad nicaragüense pasó de unas 15.000
personas en 2005 a casi 80.000 emigrantes en 2008. Un millón a EE UU, 350.000 a
Costa Rica. El legado que se recibió en 2007, tras 16 años de neoliberalismo y
corrupción, era peor que el recibido de la derrocada dictadura somocista en
1979. Pero si el mundo había cambiado totalmente, no así la voluntad del
sandinismo de darle a Nicaragua un futuro mejor y una esperanza.
Resolver el caos energético fue tarea prioritaria, pues la
energía es a la economía lo que el aire a la vida. Y se vio la primera prueba
de buen gobierno. Con el generoso apoyo de Venezuela y Cuba, el gobierno
sandinista hizo en diez meses lo que tres gobiernos anteriores no hicieron en
dieciséis años: poner fin a los cortes de luz. Luego se pondrá en marcha el más
ambicioso plan energético nacional, que llevará, en 2019, a que el 90% de la
matriz energética de Nicaragua proceda de energías renovables eólica,
geotérmica, hidráulica y solar. El país, además de resolver de forma limpia,
ecológica y barata su histórica dependencia del petróleo, pasará a exportar
energía a la región.
La inversión social era el otro gran reto. Se recibían
hospitales convertidos en cámaras mortuorias, donde los pacientes eran operados
sobre periódicos, si no llevaban sus propias sábanas e, incluso, sus medicinas.
El analfabetismo se había disparado otra vez, llegando nuevamente a casi el 40%
de la población. Resultado de ese esfuerzo fue, por una parte, que la UNESCO
declarara a Nicaragua, en junio de 2009, país libre de analfabetismo; por otra,
que el Sistema Nacional de Salud diera un vuelco de 180 grados, mejorando de
forma sustantiva la atención a los ciudadanos. La Comisión Económica para
América Latina (CEPAL), certificó los avances sociales al indicar, en un
reciente informe, que Nicaragua era el segundo país de Latinoamérica en
reducción de la desigualdad, a pesar de carecer de grandes ingresos o de
recursos estratégicos.
El manejo de la economía ha sido igualmente satisfactorio.
En 2010, Nicaragua creció el 4,5% (el mayor crecimiento de Centroamérica), las
exportaciones aumentaron un 32% y la inversión extranjera el 17%. Este 2011 el
crecimiento económico se aproxima al 5% y las exportaciones serán superiores a
los 2.000 millones de dólares, cifra que Nicaragua alcanza por vez primera en
su historia. La inversión extranjera alcanzará, igualmente, una cifra récord,
al ascender a casi mil millones de dólares.
No menos relevantes son las cifras de la violencia y el
crimen. Nicaragua es uno de los países más seguros de Latinoamérica, con datos
que contrastan severamente con los de países vecinos. El Salvador tiene 60
muertes violentas por 100.000 habitantes, frente a 13 en Nicaragua, cifra que
es menos de la mitad de la media regional. En la pacífica Costa Rica, la cifra
ha pasado de 7 a 11 homicidios en apenas tres años, no obstante poseer el
hermano pueblo costarricense en PIB más alto de la región y Nicaragua el más
bajo. La respuesta radica en la forma de enfrentar la criminalidad. En
Nicaragua la represión es la respuesta final, no la primera. La mezcla de
trabajo y gasto social, políticas asertivas y de inserción y trabajo conjunto
de Estado, municipios y policía permiten desactivar de raíz los focos
potenciales de delincuencia.
La población nicaragüense ha ido viendo, a lo largo de estos
años, el esfuerzo tenaz del gobierno sandinista por dar respuesta a sus
problemas más sentidos, como salud, educación y trabajo, todo ello en un mundo
abatido por severas crisis económicas y financieras. La conciencia del esfuerzo
realizado y los logros alcanzados explican el amplio apoyo al sandinismo que
reflejan todas las encuestas, que dan una media de 50% de intención de voto
para el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En ese panorama, la oposición ha sido incapaz de articular
alternativas que compitan con los datos que emanan, no de fuentes gubernamentales,
sino de organismos tan poco sospechosos de partidarismo, como el PNUD, el FMI o
el BID. La gente ha visto el fin de los cortes de luz y del analfabetismo,
puede moverse en la mayor red de carreteras asfaltadas de la historia del país
y presenciar las inversiones millonarias en infraestructuras, que cambiarán
para siempre el rostro de Nicaragua, entre ellas el soñado puerto en el mar
Caribe, una gran refinería o una vital central hidroeléctrica. Las tantas cosas
que quisimos hacer en los años de sueño y fuego de la revolución sandinista,
abortadas por la agresión extranjera que devoró nuestra economía.
Ahora se celebran elecciones en un país en paz, sin bloqueos
económicos ni amenazas de invasión. Los nicaragüenses, por vez primera en su
historia, votarán sin miedo y sin engaños. La revolución sandinista llevó, en
1979, democracia y esperanzas a Nicaragua. El sandinismo intentará hacer
realidad un desarrollo sostenible y una democracia distributiva, porque cree
que hoy, más que nunca, otra Nicaragua es posible.
Augusto Zamora R. es embajador de Nicaragua en España.
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